¿Quién te enseña a sentirte vivo de nuevo? (Reflexión)
¿Te ha pasado que, luego de un capítulo muy intenso de tu vida o un giro dramático, sabes que no podrás ser la misma persona otra vez?
Siempre he pensado que nuestra vida es un libro dividido por capítulos. Hay capítulos de relleno, capítulos de crecimiento, capítulos de ocio y capítulos que nos marcan. Hoy quiero hablarte de estos últimos.
Cuando era adolescente tuve que emigrar repentinamente, sin entender por completo lo que sucedía y odiando a mis padres por la decisión tan agresiva y dolorosa. Claro que conocía la razón de todo esto: el país se estaba cayendo a pedazos (nací en Venezuela). Pero a esa edad entendemos las cosas de una manera superficial.
Sin darme suficiente tiempo, tuve que despedirme de todo lo que había formado parte de mi corta vida, una en la que mis padres se encargaban de todo y luchaban por conseguir el pan de cada día, pero eso también lo entendía solo de una manera superficial. Por lo tanto, fue una adolescencia feliz, llena de amigos, fútbol y diversión.
Ahora imagina que te quiten todo esto de un momento a otro.
Apenas pude pensar en todo a lo que estaba renunciando. Me despedí de mis amigos, llorando. Me despedí de mi apartamento, mi residencia, mi liceo. Me recuerdo la noche anterior al viaje asomado por mi ventana, observando el parque de mi residencia. Lo único que pensaba era en amarrarme a uno de los postes de luz para que no pudieran llevarme.
No pude hacerlo. Tampoco pude dormir. Solo podía hacer dos cosas: un recap nostáligco de toda mi vida y mis amigos, y pensar en cómo sería mi vida en este nuevo lugar, que aunque se trataba del país de al lado (Colombia), yo nunca había viajado fuera. Era muy extraño y deprimente para mí.
7 años después, aunque he vuelto de visita a mi país en ocasiones, sigo viviendo aquí en Colombia, sin poder regresar y quedarme a vivir por la situación que no permite tener una calidad de vida óptima, y que frena mi sueño de convertirme en escritor.
Cada día, en especial los días tristes, solo puedo pensar en cómo habría sido mi vida estos últimos 7 años en una situación diferente. Al lado de los amigos con los que sigo manteniendo contacto a través de una pantalla. En la calidez de mi apartamento y mi espacio. Sin sentirme ajeno: prestado en un sitio que, aunque amo y me lo ha dado todo, sigo sin sentir como mío.
Esta situación me hizo vivir una vida adulta desde los quince años, pues a mis padres se les hacía muy complicado. Aprendí desde temprano a trabajar duro a cambio de miserias, manejar mi dinero, invertir, pagar alquiler, pagar servicios, tener un fondo de emergencia para cualquier imprevisto, manejar mis cuentas de banco, etc.
Aprendí muchas cosas útiles para sobrevivir. Pero en el proceso me olvidé de cómo vivir. Vivir de verdad.
Me perdí a mí mismo. Perdí las motivaciones, perdí el sentido, mi rostro alegre y mi personalidad llena de humor. Durante mucho tiempo perdí incluso las ganas de leer y escribir, a pesar de que son mis dos pasiones principales.
En estos últimos años, en los que me he obligado a intentar encontrarme de nuevo, debo decir que mi vida ha cambiado mucho. Recuperé las ganas de escribir y leer, y allí he encontrado un refugio. Conocí a nuevas personas, conocí nuevos lugares y abrí mi corazón a este país tan hermoso.
Aún así, si mañana me siento mal, mi primera opción a quiénes acudir van a ser mis amigos de Venezuela. Aún así, si mañana se resolvieran todos los problemas de mi país, no dudaría ni un segundo en volver.
No es por orgullo o porque no quiera aceptar este lugar. Lo he intentado, de verdad. Pero fallo en cada intento por conectar con las personas a profundidad, fallo en cada intento por adaptarme, me sigo viendo amarrado al poste de luz, aferrado a esa época donde la vida era un baile alegre.
No es que vaya por las calles hablando de esto a cada rato. Pero en este espacio tan íntimo, y en momentos como este en el que me encuentro escribiendo, solo puedo pensar en cuánto deseo volver y sentirme en casa.
Pienso en que, si tuviera un deseo, pediría que me devolvieran la infancia y la juventud que me arrebataron, que me arrojaran a aquel país hermoso y lleno de oportunidades del que tanto hablaban mis padres y abuelos.
Pediría recuperar los años que perdí mientras intentaba adaptarme, recuperar las amistades que se fueron en contra de su voluntad a distintas partes del mundo, y recuperar mi alegría, que se esfumó cuando también tuve que irme en contra de mi voluntad.
¿Quién te paga eso? ¿Quién cubre los daños? ¿Quién te enseña a sentirte vivo de nuevo?
Holaa. Gracias por leer. Si te gustan mis textos y quieres apoyar mi sueño de vivir de la escritura, hay dos formas de hacerlo:
Apoyando de forma gratuita: puedes compartir mi contenido, dejar tu comentario, suscribirte, etc. Lo apreciaría muchísimo.
Apoyando económicamente: puedes tocar el botón de abajo para ir a mi Patreon, en donde puedes adquirir alguna de las membresías de apoyo. Al hacerlo, me ayudarías a sostener este sueño y a seguir escribiendo dedicadamente,